La estrategia de la vergüenza, el bastión de Black Lives Matter
Lo qué está ocurriendo en el planeta no es normal, y digo sin temor a equivocarme: “en el planeta”, porque lo que le ocurra a la civilización occidental afectará a toda la humanidad.
La Vergüenza como estrategia viene siendo desarrollada por la izquierda desde mediados del siglo XX y es hoy en bastión del grupo terrorista Back Live Matters y ANTIFA. ¡SÍ! “TERRORISTAS”, porque no hay nada de reivindicación racial al golpear a transeúntes, tomarse calles para organizar comunas y derribar estatuas históricas. Es terror fundamentado en el resentimiento de sus ejecutores y en la vergüenza de los débiles mentales que se creen responsables de haberles causado sufrimiento.
Para comenzar, no hay afrodescendientes en los EE. UU., hay norteamericanos negros, que son una comunidad que se estima en 12% de la población de esa nación, de los cuales 1% es natural del continente africano.
La expresión afrodescendiente en boca de un norteamericano, hoy, lo único que busca es ubicar a los ciudadanos de color en el siglo IXX, en etapa previa a la guerra se secesión, ¿sí lo vas viendo?, “el negro esclavo y el blanco esclavista”. Este proceso de condicionamiento lleva años en desarrollo y es una creación de “La Escuela de Frankfurt” en cabeza de uno de sus integrantes, Herbert Marcuse.
A Marcuse se le atribuye ser el padre de lo que hoy se muestra claramente como “La Nueva Izquierda”, este proceso de condicionamiento comenzó en la década de los años sesenta con el movimiento Hippie y, en particular, con el papel que este desempeñó en contra de la guerra de Vietnam.
Marcuse proponía demoler los cimientos de la civilización occidental, la cual, desde su retorcida perspectiva, reprimía al individuo y, en particular, a su libido, reduciéndolo a la mera genitalidad. Pero no fue solo Marcuse, le precedió en la idea de demoler a occidente Gyorgy Lucáks, quien identifica en la familia natural el primer lugar de represión del individuo, de allí en adelante todo lo demás: tú nación, tú religión, en fin, tu identidad, todas te reprimen y, por eso, lejos de enorgullecerte debes sentir vergüenza por ellas.
El factor racial lo incorpora Theodor Adorno en su libro “El origen de la personalidad autoritaria”, pese a que todos ellos (los miembros de la escuela de Frankfurt) se refugiaron en los Estados Unidos huyendo de la Alemania Nazi, ya que eran de origen judío. Adorno al llegar a los EE. UU. señala a los norteamericanos de racistas, xenófobos y arrogantes.
Estos “pensadores” crearon lo que denomino “el coctel de la vergüenza”: en lugar de orgullo, sentimiento de culpa y sumisión de los Blancos ante otras razas; en lugar de unidad, caos multicultural y decaimiento interno; en lugar de fuerza, debilidad mediante la tolerancia extrema, humanismo y sometimiento ante minorías; en lugar de pureza, mezcla racial e integración de inmigrantes; en lugar de vitalidad, pesimismo cultural.
El triunfo de la vergüenza
Para identificar los orígenes de nuestra civilización podemos ir muy atrás en la historia y comenzar en Grecia, en Roma si así lo prefiere; pero al mundo que hoy conocemos le dio forma la tradición judeo cristiana, en particular los valores morales que de ella derivan.
Sus principales promotores y quienes extendieron esos valores por el planeta fueron el imperio británico y el imperio hispano, los siglos XVI y XVII significaron la expansión de ambos imperios y con ellos su cultura y la civilización. Esa civilización que para los marxistas de la escuela de Frankfurt ha “oprimido” al hombre.
Ese orden imperial cambió en los siglos XVIII y IXX y terminó de definirse en el siglo XX después de la IIGM. Ese período de la post guerra ha sido el más próspero en toda la historia de la humanidad (al menos para la civilización occidental).
Dicho esto, no es casualidad que los países donde de manera más insidiosa ha sido promovida la estrategia de la vergüenza hayan sido los EE. UU. y España; el primero por representar el máximo nivel de desarrollo de occidente, y el segundo por representar los valores del cristianismo que civilizó toda Hispanoamérica.
“Nada que celebrar” twittea desde el palacio de la Moncloa el vicepresidente de gobierno Pablo Iglesias, pero lo hacía desde su aula de clases que en mala hora llegó a ocupar en la antes prestigiosa y hoy devaluada Universidad Complutense de Madrid, son él y los acólitos de su partido político quienes han promovido salvajemente que los españoles sientan vergüenza de un pasado que, por demás, fue glorioso.
Una muy manipulada “leyenda negra” sembrada en Hispanoamérica por los más resentidos “intelectuales” fue recogida por la izquierda española y el país en su conjunto, lejos de defender el legado de España, se dejó humillar “se avergonzó”.
En los EE.UU. la situación no fue distinta. Pese a que la gran nación del norte ha logrado generar las mejores condiciones de desarrollo para una nación tan grande y tan diversa, hoy vemos a nativos americanos blancos arrodillarse avergonzados ante activistas políticos de color, según, por “vergüenza”, por la esclavitud de hace dos siglos, esclavitud de la cual ni ellos fueron responsables, ni los activistas políticos de Black Lives Matter sufrieron.
Además, fueron nativos americanos blancos quienes lucharon la guerra de secesión iniciada por miembros del partido demócrata que pretendieron separar a los Estados del Sur de los EE.UU. para preservar la “peculiar institución”. Fueron también miembros del Partido demócrata los fundadores del KKK, organización que por años utilizó la violencia como forma de amedrentamiento contra las comunidades de color y contra los blancos que apoyaban la integración plena de los negros a la sociedad americana.
La evidencia es clara, que no desees verla no la hace menos clara, te piden enorgullecerte de condiciones que no te identifican y han hecho que te avergüences de tu nación, de tu raza, de tu religión y hasta de tu orientación sexual.
Los criminales son claramente identificables y están todos a un lado del espectro político, no habrá orden ni desarrollo mientras sigas sumándote a la estrategia de la vergüenza.