Épicas Ficticias

Épicas Ficticias

Antes de que todos continuemos siendo víctimas de la vorágine de desinformación que consume a Venezuela, debemos poner los pies en la tierra y entender de una vez que nada de lo que estamos viendo es real, todo consiste en la construcción de una épica ficticia.

La tiranía chavista, continuada por Nicolás Maduro, llegará a su fin (no me atrevo a señalar fechas), pero las razones de su caída nunca las conoceremos con exactitud y el relato oficial obedecerá a la construcción de un mito épico que no se corresponderá, en absoluto, con la realidad. Comencemos con la cronología de los hechos para dejar estas líneas como evidencia para la posteridad, ya que si alguien terminará contándonos la verdad será el tiempo.

Para comenzar, todo, absolutamente todo lo que está ocurriendo (sea lo que sea que ocurre) es producto de la determinación del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica y, muy particularmente, de la administración republicana del presidente Donald J. Trump, lo demás es coreografía, relleno, comparsa o marionetas.

Para EE.UU. los vicios instalados en Venezuela durante 20 años de revolución comunista, y las alianzas que han generado esos vicios, constituyen una amenaza a su seguridad interna y, más recientemente, han demostrado ser un peligro para el resto de la región. Esos vicios van desde narcotráfico y células de fundamentalismo islámico, hasta grupos irregulares de guerrilla urbana -armados por la tiranía chavista-, además de la asimilación y cobijo que la tiranía les ha otorgado a los grupos terroristas colombianos de las FARC y el ELN.

Estas irregularidades han configurado un estado delincuencial personificado por Nicolas Maduro, quien no sería nadie sin sus socios internos (miembros de la nomenklatura chavista y quienes han fingido ser oposición) y mucho menos podría sostenerse sin sus socios externos.

Los socios externos conforman un entramado de países y actores internacionales con intereses de diversa naturaleza, pero con un enemigo común: la civilización occidental y, en particular, los EE. UU. Estos pasan por Cuba, principal arquitecto; Rusia, con intereses comerciales y geopolíticos; China, interesada en colonizar los recursos naturales de Hispanoamérica (siendo Venezuela el más importante y su cabecera de playa); Irán y su interés de exportar la Yihad; el Vaticano de Bergoglio; la pasada administración colombiana de Juan Manuel Santos; y la más importante, tan importante como desapercibida ha pasado, la administración de Barack Obama.

¡Si! Obama sabía perfectamente el sombrío panorama que se configuraba para Venezuela, sin embargo, sus objetivos de política exterior requerían dejar intacto a Nicolás Maduro. Esos objetivos pasaban por reabrir relaciones con Cuba, bendecir el Acuerdo de Paz entre las FARC y Santos, y firmar el acuerdo nuclear con Irán (todos socios de la tiranía venezolana). Cuba seguiría beneficiándose de Venezuela, las FARC llevarían a cabo la operación de blanqueo de capitales más grande de la historia de la humanidad, e Irán, además de tener un campo de entrenamiento para sus Yihadistas a unas cuantas millas de su peor enemigo, obtendría financiamiento vía narcotráfico para éstas. Otro de los objetivos de Obama sería lograr una sanción al gobierno de Israel en el Consejo de Seguridad de la ONU, pocas semanas antes de concluir su mandato en diciembre de 2016. EE. UU. renunció entonces a ejercer su derecho a veto para que así la resolución sancionara a Israel por los asentamientos en Gaza.

La Red de Negocios

El chavismo configuró un sistema de alianzas internas muy fuertes, todas sustentadas en el delito, hasta llegar a constituirse en verdaderas mafias. Era muy fácil en un país como Venezuela, donde el Estado se sustenta exclusivamente de la renta petrolera, generar una red de negocios donde todos los miembros de la nomenklatura se beneficiasen en distintos niveles, e incluir en esa red de negocios a quienes pretendían oponerse a la tiranía.

Así, en Venezuela no solo se presentan casos de corrupción entre personajes del régimen, sino que además tenemos una empresa como Derwick que recibe contratos del gobierno y financia a la oposición; es el caso más visible de eso que llamamos “bolichicos”. Pese a que se conocen con exactitud los nombres de los socios de esta empresa, el tema no es tratado por los medios venezolanos ya que estos, a su vez, obedecen a sus “amos políticos” y estos se encuentran emparentados con los “bolichicos”. Esta empresa es apenas la punta del iceberg de -no sabemos aún cuantas- otras similares, solo el tiempo nos irá revelando sus nombres.

Otro caso de relaciones entre el régimen y la pretendida oposición es el de Alejandro Andrade (extesorero del desaparecido Hugo Chávez), quien también configuró un entramado de empresas que terminan vinculándose a la oposición.

Con esta abominable situación, la administración republicana de Trump se vio en la necesidad de buscar lo que se conoce en estrategia como “minimax”, es decir, el mejor de los peores cursos de acción. La ventana de oportunidad para este minimax se presentó en el marco de la precaria y maltrecha Constitución venezolana, en cuyo articulado se establece que en ausencia del presidente de la Republica, el cargo es asumido por el presidente de la Asamblea Nacional.

Se asumió que la ausencia del presidente se presentaría el pasado 10 de enero, cuando se venció el periodo para el cual había sido electo Nicolás Maduro, quien volvería a asumir el cargo tras unas elecciones adelantadas no reconocidas por ninguna democracia del planeta. Esta ventana de oportunidad se había visualizado ya en 2018, para entonces se sabía que correspondería al partido Voluntad Popular (partido de Leopoldo López) asumir la presidencia de la Asamblea Nacional.

En virtud de esta coyuntura, de entre otras opciones, se decidió que fuese Juan Guaidó el abanderado de Voluntad Popular que asumiría la presidencia del Parlamento. Para noviembre de 2018, Guaidó sabía que asumiría el cargo y que, a su vez, le correspondería asumir la presidencia interina del país. Pese a que hubo maniobras y escaramuzas de otros sectores de oposición para que no fuese Voluntad Popular el partido que asumiese la Asamblea, ya López se había encargado de contar con el apoyo de los Estados Unidos, así que el plan para darle fin al régimen de Maduro estaba en marcha.

La Máquina de Propaganda

Sin ánimo de restar importancia a la carrera política de Guaidó, lo primero que hay que señalar es que él es una circunstancia, su arribo a la presidencia de la Asamblea Nacional fue producto de una eventualidad. Pudo haber sido Rafael Veloz, Juan Andrés Mejías o Manuela Bolívar (Dios nos libre), o cualquier otro diputado de Voluntad Popular, y hoy el país entero estaría rendido a los pies de ese, pero le tocó a Guaidó. De allí en adelante se ha creado toda clase de mitos e historias en torno al diputado, hasta llegar a compararlo con Simón Bolívar y otros próceres de la independencia.

Tras una tardía juramentación el 23 de enero, contra los planes de otros sectores de la oposición, han transcurrido tres meses y la tiranía continua en ejercicio del poder. Ha sido impresionante el despliegue de una maquinaria de propaganda grotesca: encuestadores, periodistas internacionales y también nacionales en el extranjeros, influencers, etcétera, que hacen relatos sobre una fulana “estrategia”, relatos que a cualquier persona sensata causan hilaridad, porque si de algo ha carecido la oposición es de estrategia; al menos de una estrategia para desplazar la tiranía porque, de tener una estrategia, lo único que ha logrado es “atornillar” a Maduro en el poder, tal vez ese ha sido el verdadero objetivo de esta oposición, ejecutado de forma deliberada y por demás de forma exitosa.

Se nos habló por semanas del ingreso de la ayuda humanitaria, como si eso fuese a solucionar la crisis del país, durante ese mes, del 23 de enero al 23 de febrero, no se habló de otra cosa, se realizó un megaconcierto organizado por un empresario aficionado a visitar Cuba y estrechar la mano de otros jefes comunistas, algo así como celebrar una fiesta de graduación sin haber presentado los exámenes finales. Ese día asistieron al evento varios presidentes de la región, quienes -cuando menos- se habrán sentido engañados por los dirigentes venezolanos (por cierto, no olvidemos el incidente “burdelero” que se verificó el día antes del concierto, algo así como que el general Eisenhower hubiese ‘salido de putas’ el día previo al inicio de la operación Overlord). La ayuda no ingresó, entonces toda la atención giró hacia el camión de ayuda que fue incendiado.

Pese a esto, en Venezuela continuamos aferrados al presidente interino, tan aferrados que la máquina de propaganda (no sé cómo) logró hacer reseñas positivas de una penosa gira de la “Primera chama”, perdón, Dama, de quien no hablaré por respeto. Se creó toda una historia en torno al regreso por Maiquetía de Guaidó, cuando la única verdad es que lo hizo porque sabía que nada le ocurriría, basta ver en aquella famosa foto del pasillo de acceso, desde el avión hacia el área de migración, a quienes flanqueaban a Guaidó en ese instante para entender que todo estaba arreglado.

Nadie habla de las vinculaciones que existen entre diputados de la Asamblea Nacional y ese grupo de empresarios denominados “bolichicos”, nadie se explica cómo los diputados de la AN viven viajando mientras lloriquean que el régimen no les paga sus salarios, nadie habla del Estatuto para la Transición redactado por el diputado de Primero Justicia Juan Miguel Matheus, que no es más que un bodrio jurídico que impide precisamente la consumación de una transición.

El periodismo venezolano es una máquina de propaganda que habla cosas inútiles como: “Guaidó bailó tambores en el techo de la camioneta, exponiendo el pecho a las balas del régimen” o “El outfit de Fabiana Rosales durante su visita a la residencia de Maralago”; sus temas diarios son de carácter forense, es decir, explican o, mejor dicho, tratan de explicar por qué no hay luz o agua, cuando su única tarea debería ser decir la verdad sobre toda la situación que vivimos (y vaya si ellos saben más de lo que dicen).

¡No! No tenemos una clase política interesada en romper la tiranía, y en su falta de interés se explican su incapacidad y sus 20 años en mora con la sociedad venezolana, que no solo termina hambrienta, sino exiliada, depauperada o psicológicamente desequilibrada. La clase política venezolana ha mostrado más interés en asegurar el pago de los bonos PDVSA 2020, emitidos por la tiranía, que en desplazar a la misma del poder. Su más reciente muestra de incapacidad fue la declaración del Grupo de Lima invitando a la principal fuerza de ocupación en Venezuela (Cuba) a ser parte de las conversaciones para resolver la situación venezolana, esto solo se puede explicar cuando el representante del gobierno de Guaidó ante ese grupo es Julio Borges.

La buena noticia es que sus aliados ya se cansaron de ellos (de los de siempre), su plan continuará con o sin ellos, pero sus mentiras (las de nuestros ídolos con pies de barro) fueron las que arrojaron por la borda la posibilidad de salir de la tiranía chavista en el primer trimestre del año.

Reitero que Maduro caerá y así será porque no solo se ha convertido en un vecino incomodo, sino peligroso, pero esto no sucederá por la existencia de unos ilustrados y audaces políticos criollos que han fraguado una estrategia para que Maduro caiga, no, porque esos que se venden como salvadores de la patria han sido cómplices por acción u omisión de las tropelías del régimen. Mientras tanto, usted siga escuchando la opinión política de artistas o de humoristas, siga circulando audios que hablan de la gloria de quienes han vivido a expensas de su sufrimiento, siga circulando memes con Leopoldo y Guaidó disfrazados de Avengers, siga dejando que su ilusión nuble su razón y creyendo en hadas, vengadores y épicas ficticias.