¿Cuántas vidas para qué beneficios?
Antes de desarrollar el tema deseo aclara que “apoyo totalmente las acciones de calle llevadas a cabo por los ciudadanos venezolanos contra la tiranía comunista que oprime a Venezuela”, nunca un Ejército de hombres libres ha sido derrotado, puede haber perdido batallas, pero siempre ha triunfado las guerras. El problema que se presenta actulmente no es de coraje, ni de determinación, es de CONDUCCIÓN. He dicho esto cientos de veces y lo tengo que repetir: “pase lo que pase, la dirigencia política opositora reunida en la MUD pasará a la historia como la clase política más INCOMPETENTE que jamás haya tenido Venezuela” (incluso en la historia pre independentista) ¡Oiga bien! ¿19 años cometiendo los mismos errores, esperando obtener resultados? ¿O será que en realidad siempre han deseado obtener estos resultados?
Hacer una radiografía de cómo opera la política en Venezuela es bastante complicado, sin embargo, encontrar el origen de prácticamente todos los males es muy sencillo por evidente. Desde hace mucho tiempo y, en particular, después de la nacionalización del petróleo por parte de Carlos Andrés Pérez, la política venezolana vive, respira y funciona en torno a la captación de renta petrolera. Quienes han fracasado en su intento de proponer opciones políticas e ideológicas distintas a las bipolaridades hegemónicas que han “reinado” en Venezuela desde 1958 hasta la fecha (AD – COPEI, MUD – PSUV) fracasaron por no disponer de recursos con los cuales impulsar sus proyectos. Estos partidos han funcionado desde el gobierno o desde la oposición con dinero proveniente de una u otra forma de la renta. Quienes reciben dinero de alguna empresa que les financia, también, ya que esta empresa seguramente habrá recibido dinero vía tazas de cambio preferenciales del gobierno.
Lo trágico de esta situación es que no queda otra opción para los actores que someterse a la realidad (construida por ellos mismos) para poder “jugar” a la política. En un entorno donde se han reducido dramáticamente los ingresos provenientes de la explotación petrolera, las fuentes de financiamiento se ven aún más reducidas, y la forma más segura de tomar una “porción” de esta renta es hacerse con algún cargo desde el cual manejar un presupuesto (ministerio, gobernación o alcaldía): cargos ejecutivos con los que el designado o electo tiene la última palabra sobre la asignación de recursos pertenecientes a la dependencia que regenta.
Puesta en contexto la trágica realidad del funcionamiento de la política venezolana, y teniendo por otro lado la desbastadora realidad que atraviesa el país, justificaré el título de este articulo y el porqué de la importancia de tener muy clara la relación “costo – beneficio”. Dice Sun Tzu: “Ponles en peligro de muerte y entonces sobrevivirán. Cuando las tropas afrontan peligros, son capaces de luchar para obtener la victoria”, o dicho de otra forma, “cuando ya no tengan nada que perder… se harán más peligrosos” y en ese punto está la población venezolana, especialmente los más pobres. Ya no tenemos nada que perder, ya que ni expectativas de futuro tenemos. No se consiguen alimentos ni medicinas, salir a la calle es una especie de ruleta rusa en la cual no sabemos si volveremos a casa o caeremos en manos de la delincuencia. No hay nada que perder, así que queda todo por arriesgar. En estas circunstancias la convocatoria a protestar promovida por la dirigencia opositora, por la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia que dejó inhabilitada a la Asamblea Nacional, fue solo una excusa para concentrarse y movilizarse. Lo que no contaba esta dirigencia es que la naturaleza de las exigencias de la masa trasciende las expectativas que la jefatura opositora se planteó inicialmente.
La gente, la masa, los jóvenes que con arrojo enfrentan a la Guardia Nacional aspiran la culminación INMEDIATA de la tiranía, mientras que quienes los convocaron a protestar aspiran la realización de “elecciones generales”, “un cronograma electoral”. Aquí es donde se distorsiona la relación costo – beneficio. Nadie invierte un millón de dólares para obtener como ganancia un dólar. Hacer eso no sería una inversión, seria incurrir en un costo innecesario.
De igual forma, se está haciendo una importante inversión en esfuerzo, riesgos físicos e incluso vidas humanas en estas jornadas de protestas. Esa importantísima inversión parece no importarle mucho a los dirigentes opositores, quienes se empañan en limitar la utilidad de los medios empleados aspirando únicamente a un cronograma de elecciones supervisadas por el régimen. Esto reduce significativamente la brecha entre la inversión y el beneficio que se aspira obtener, convirtiendo esa noble y valiente inversión que hace la ciudadanía en un costo inútil. De modo que no se trata de que “el pueblo” no se esté arriesgando, como en efecto lo está haciendo, quienes no quieren arriesgarse son sus dirigentes. Y es que la supervivencia de la partidocracia aglutinada en la MUD depende de seguir manteniéndose en torno a la captación de renta, por lo que la opción más segura es apostar a una victoria electoral que le deje un buen número de gobernaciones y alcaldías desde las cuales mantener en funcionamiento sus partidos. ¿La salida de Maduro y el régimen? ¡Eso puede esperar!
Por años a quienes hemos apostado a la insurgencia civil, contemplada constitucionalmente, se nos ha tildado de “radicales”, “guerreros del teclado” y cualquier otra cantidad de calificativos peyorativos. Siempre se nos increpaba con la pregunta, “¿qué quieres?, ¿que salgamos a matarnos?”. Les tengo malas noticias, ¡YA NOS ESTAN MATANDO! ¿Quieren más malas noticias? ¡Venezuela presenta más asesinatos víctimas de la delincuencia que las bajas producto de la guerra en Siria! Hemos postergado por años enfrentar el destino que nuestros errores han forjado. Al parecer la ciudadanía ha decidido enfrentar este destino, lo hace porque ya no tiene nada que perder, pero ¿estarán los dirigentes a la altura del compromiso o seguirán cuidando sus “espacios de poder”?