La Ignorante Arrogancia

La Ignorante Arrogancia

Recuerdo claramente aquel inicio de la década de los años ochenta en Venezuela, era el hijo de una pareja de inmigrantes españoles, mi madre es costurera y mi padre era electricista. Vivíamos en la conserjería de un pequeño edificio de apartamentos, donde mi madre además de su oficio desde la máquina de coser Singer, limpiaba y mantenía las áreas comunes del edificio con mi eventual ayuda y la de mi padre. Yo tenía unos siete años y mi único hermano no superaba el año de nacido. Las fiestas navideñas eran “asombrosas”, en la humilde conserjería había wiski, castañas, bacalao, hallacas, nueces, pan de jamón, turrón, toda clase de manjares típicos de esas fiestas. El arbolito de navidad (el único que recuerdo de mi infancia) se llenaba hasta el tope de regalos de muchos miembros de la comunidad de inmigrantes españoles de condiciones económicas similares a las de mis padres, quienes a su vez retribuían cada uno de esos obsequios. Tanto mi hermano como yo nacimos en la que para aquel entonces era la mejor clínica privada de la ciudad de Caracas, y toda nuestra primaria y bachillerato la cursamos en colegios privados. Y ustedes se preguntarán, ¿cómo una pareja de conserjes podía pagarse esos lujos?

La primera parte de la respuesta es sencilla “TRABAJO”. A mi padre lo recuerdo sentado en la casa después de las ocho de la noche leyendo un libro, el resto del día atendía su trabajo como electricista de mantenimiento en la torre de un edificio bancario hasta las 4:00 pm, y desde esa hora hasta entrada la noche atendiendo casos residenciales que surgían de un aviso de prensa donde ofrecía sus servicios como técnico electricista. Recuerdo en esas noches de lectura en la casa cómo aquel gallego que emigró sin haber culminado el bachillerato devoraba libros como Metamorfosis, Los Miserables o Cuatro crímenes Cuatro poderes. Mi madre compartía su oficio de conserje con la máquina de coser. La segunda parte de la respuesta corresponde a las circunstancias que atravesaba Venezuela en aquellos años: una bonanza petrolera que creó un crecimiento ficticio de la actividad económica, que en 1983 reventaría en lo que hoy conocemos como “Viernes Negro”.

En aquellos tiempo los venezolanos éramos muy arrogantes (aún lo somos sin tener motivos para serlo). Yo era muy niño, pero recuerdo cómo se referían a colombianos, ecuatorianos, peruanos y emigrantes de otras partes de Latino América como “inferiores”. Mis padres también eran objeto de burlas por ser, como le llamaban a los emigrantes europeos en aquella época, “musiú”. Parecía que ser venezolano era un “don” sobrenatural otorgado a aquellos privilegiados nacidos en Venezuela.

Por otra parte, la clase política de aquella época siempre consiguió una excusa para justificar sus desatinos. Todos los presidentes después de Leoni se ufanaban de “tomarse la foto” con Fidel Castro, pese a que éste durante la década de los sesenta había pretendido invadir Venezuela. Algunas voces alertaban del desastre político y económico que nos esperaba, pero eran silenciados con la frase “eso nunca nos va a pasar”.

Y PASÓ

Pasado el tiempo, con pronunciadas entradas de alopecia en mi frente y algunas canas, fui a una reunión con los dirigentes de un partido político en Panamá quienes pensaban contratarme como estratega de campaña de cara a un proceso electoral. Durante la muy amena reunión expresé claramente lo que había percibido durante una semana de trabajo sondeando la opinión publica panameña y visitando algunas regiones fuera de Ciudad de Panamá. Les dije: “Estoy muy preocupado por el futuro de Panamá”, a lo que replicaron, “¿y cuál es su preocupación?… Este país está creciendo hasta cinco puntos inter anuales… la bonanza es evidente”. Yo argumenté mi afirmación, “me preocupa que ese crecimiento que ustedes señalan no lo están convirtiendo en reducción de la brecha social, la pobreza (miseria) en sus provincias es tan evidente como los rascacielos que se elevan en esta hermosa ciudad. Si ustedes no se proponen en los próximos cinco años acercar las maravillas de esta ciudad a la provincia, pronto tendrán un demagogo parado en las esclusas del canal cobrándole a los barcos que pasan por un lado y repartiendo dinero a los pobres por otro lado… ese día este país caerá en la ruina”. Mis interlocutores fruncieron el ceño e inmediatamente me respondieron “eso nunca nos va a pasar”. Obviamente no me contrataron, muchos políticos desean tener a su lado a un validador de opinión y no a un verdadero consultor o estratega. Yo me fui de la reunión muy satisfecho por haber sido claro y objetivo, no sin antes advertirles, “ahora estoy más preocupado… hablan ustedes con la misma arrogancia de un político venezolano de la década de los ochenta”.

Lo extenso de esta explicación obedece a la necesidad de señalar cómo opera la arrogancia proveniente de la ignorancia. Cuando a los venezolanos nos hablaban del riesgo que significaba Hugo Chávez y su “simpatía con el diablo” (con Fidel Castro) respondimos reiterada y arrogantemente “eso nunca nos va a pasar”, nos pasó y ahora nos repetimos (los sensatos, otros insisten aún en negarlo) “que pendejos fuimos”. Pero, ¡les tengo noticias! pese al estrepitoso fracaso de la revolución comunista venezolana, en Latino América hay quienes parecen ser “MUCHO MÁS PENDEJOS QUE NOSOTROS”. ¡Sí! Colombianos, ecuatorianos y parece que se le sumaran los mejicanos, parecen ser mucho más pendejos. No les ha bastado con ver el fracaso cubano y venezolano para optar por darle la bienvenida en el seno de la política a los socios, cómplices y simpatizantes del modelo comunista. ¡No, no basta! Tendrán que vivir los desastres que ellos infringen y hasta tanto eso no suceda seguirán diciendo “eso nunca nos pasará a nosotros”.

CASO COLOMBIA, ECUADOR Y MÉXICO

Si bien la historia no se repite, el caso colombiano es digno de analizar. Pese a que la ciudadanía en referendo negó los “acuerdos de paz” entre el gobierno de Juan Manuel Santos y el cartel terrorista narco traficante de las FARC, Santos y el parlamento que controla se saltaron la voluntad popular y aprobaron ese acuerdo con algunos retoques cosméticos, otorgándole a los guerrilleros absoluta impunidad y la posibilidad de participar en la política colombiana. Lo harán, además, con ingentes sumas de dinero con el cual comprarán votos en las regiones. El expresidente venezolano Rafael Caldera promulgó una ley de pacificación a inicios de la década de los setenta, que otorgó similares prerrogativas a los guerrilleros venezolanos de la época, todos ellos se dedicaron a la política y al periodismo, y llegaron al poder de la mano de Hugo Chávez en 1998. Ellos demoraron poco más de 20 años en ascender al poder por falta de recursos, las FARC no demorarán tanto, ya que es lo que les sobra -además de contar ya con algunos “caballos de Troya” que operan como políticos en Colombia desde hace algún tiempo-. Sin embargo, he conversado con políticos y periodistas colombianos que afirman “nuestra clase política no permitirá eso”, “Ellos no tienen esa capacidad” … “Eso nunca nos va a pasar”.

Por su parte, el Ecuador acaba de reelegir la opción de “la revolución ciudadana”, un “remake” de la revolución bolivariana con marcadas simpatías ideológicas con Chávez por parte de su líder Rafael Correa. Correa es “un burgués” con un encendido verbo socialista (quien no se ha percatado, los socialistas no son pobres). No se presentó a estas últimas elecciones, pero envió al frente a su vicepresidente Lenin Moreno, un hombre “bonachón” de formación política marxista que viene a atornillar a la revolución de Correa. Moreno y su fórmula a la vice presidencia levantaron sospecha en la opinión pública por varios casos de corrupción en los que estarían involucrados. Correa peleó con medios de comunicación, promovió leyes que atentan contra el patrimonio personal de los ciudadanos, la economía ecuatoriana ha sufrido un marcado deterioro en los últimos años, deterioro que no se ha agudizado por tener el dólar americano como moneda de curso legal. Pese a estas razones y pese a una muy “sospechosa” victoria en segunda vuelta (las proyecciones independientes daban al opositor Guillermo Lasso el triunfo por un margen de hasta ocho puntos. Tras la caída de la página web del órgano comicial Moreno apareció ganando por dos puntos) todo parece indicar que el Ecuador seguirá la senda del socialismo del Siglo XXI. No hemos hablado de los fraudes financieros que se cometen entre Venezuela y Ecuador con un sistema monetario paralelo llamado SUCRE, pero tanto para eso como para los resultados electorales lo que si podemos afirmar es que “EL FRAUDE” es la fragancia oficial del chavismo y de todo lo que toca. Es como el gas lacrimógeno, puede que la nube no te alcance, pero el tufo te afectará inevitablemente.

Finalmente, en México las encuestas señalan el crecimiento de Luis Manuel López Obrador, quien no disimula en modo alguno su afiliación izquierdista. Si bien Peña Nieto se ha convertido en un personaje impresentable, más por sus desatinos mediáticos y pésimos manejos de crisis que por sus iniciativas en materia económica, los mexicanos no conocen los peligros que enfrentarían en una eventual presidencia de un personaje como López Obrador. Ellos como nosotros también dicen “eso nunca nos va a pasar”.

Yo no oculto ni ocultaré que soy venezolano, por ende, debo tener algo de esa ignorancia arrogante, tal vez esté equivocado en muchas cosas producto de mi ignorancia. De lo que sí estoy convencido es que no me equivoco, y se los diré con soberbia arrogancia, en que a ustedes como a nosotros “ESO TAMBIÉN LES VA A PASAR”.