LA CARTA QUE NO LEERÁ NICOLAS (Y QUE POLITICOS Y ECONOMISTAS DE LA OPOSICIÓN VAN A SATANIZAR)

LA CARTA QUE NO LEERÁ NICOLAS (Y QUE POLITICOS Y ECONOMISTAS DE LA OPOSICIÓN VAN A SATANIZAR)

Sr. Nicolás Maduro

Presidente

Palacio de Miraflores Caracas, Venezuela

Nicolás: Durante mis 40 años de Vida en Venezuela, la situación económica del país ha sido un desastre… pero jamás tan desastrosa como lo es hoy día, Usted no me pidió que le transmitiera mi opinión acerca de la situación y políticas económicas venezolanas luego de contemplar con horror la crisis que atravesamos. Esta carta responde a lo que Ud. (y Chávez) han logrado; convertir a un país con abundantes riquezas naturales, en uno de los más miserables del planeta. Permítame primero decirle molesto estoy por la precaria calidad de vida que nos permite tener su modelo político y económico; me hace sentir realmente miserable el haber (mediante el esfuerzo, y no “jalando mecate” como Ud.) el haberme superado académicamente (nací en una conserjería, mis padres eran obreros de verdad (mi madre costurera y mi padre electricista) jamás dependieron de un empleo público) y pese ha haber logrado superarme con el ejemplo de ellos hoy no puedo vivir mejor de lo que ellos pudieron.

El problema económico fundamental de Venezuela tiene claramente dos aristas: la inflación y la promoción de una saludable economía social de mercado. Ambos problemas están relacionados: cuánto más efectivamente se fortalezca el sistema de libre mercado, menores serán los costos transicionales de terminar con la inflación. Sin embargo, y pese a estar relacionados, se trata de dos problemas diferentes: el fortalecimiento del libre mercado no culminará con la inflación per se, como tampoco terminar con la inflación derivará automáticamente en un vigoroso e innovador sistema de libre mercado. La causa de la inflación en Venezuela es muy clara: el gasto público corresponde, aproximadamente, a un 60% (o más) del ingreso nacional. Cerca de un cuarto de este gasto no deriva de impuestos explícitos y, por lo tanto, debe ser financiado emitiendo una mayor cantidad de dinero; en otras palabras, a través del impuesto oculto de la inflación.

El impuesto inflación, utilizado para levantar una cantidad de dinero equivalente al 10% del ingreso nacional es, por ende, extremadamente gravoso – una tasa impositiva de 300% a 400% (es decir, la tasa de inflación)- impuesta sobre una estrecha base de cálculo- 3% a 4% del ingreso nacional (es decir, el valor de la cantidad de dinero que circula en Venezuela como efectivo y depósitos en cuentas corrientes). Este impuesto inflación genera un enorme daño al inducir a las personas a dedicar un gran esfuerzo por limitar su posesión de dinero en efectivo.

Esa es la razón por la cual la base es tan estrecha. En la mayoría de los países, desarrollados y subdesarrollados, la cantidad de dinero es más cercana al 30% del ingreso nacional que al 3% o 4% de éste. Desde la perspectiva del gasto total, que es un múltiplo del ingreso, el dinero en Venezuela alcanza sólo a algo así como 3 días de gasto, lo que fuerza a realizar nada más que operaciones de subsistencia en el rubro comercio, además de estrangular al mercado de capitales. Existe solo una manera de terminar con la inflación: reducir drásticamente la tasa de incremento en la cantidad de dinero. En la situación de Venezuela, el único modo para lograr la disminución de la tasa de incremento en la cantidad de dinero es reducir el déficit fiscal.

Por principio, el déficit fiscal puede ser reducido disminuyendo el gasto público, aumentando los impuestos o endeudándose dentro o fuera del país. Exceptuando el endeudamiento externo, los otros tres métodos tendrían los mismos efectos transitorios en el empleo, aunque afectando a diferentes personas -disminuir el gasto público afectaría inicialmente a los empleados públicos, aumentar los impuestos afectaría inicialmente a las personas empleadas por quienes pagan impuestos, y endeudarse afectaría inicialmente a las personas empleadas por los titulares de los créditos o por la las personas que, de otro modo, hubieran conseguido esos fondos prestados.

En la práctica, disminuir el gasto público es, por lejos, la manera más conveniente para reducir el déficit fiscal ya que, simultáneamente, contribuye al fortalecimiento del sector privado y, por ende, a sentar las bases de un saludable crecimiento económico. La disminución del déficit fiscal es requisito indispensable para terminar con la inflación. Un problema menos claro es cuán rápidamente debe terminarse con ella. Para un país como Estados Unidos, en el cual la inflación es de alrededor del 10%, yo aconsejo una política gradual de eliminación en dos o tres años.

Pero para Venezuela, en que la inflación se mueve entre el 10% y 20% mensual, creo que graduar su eliminación no es viable; conllevaría una tan gravosa operación por un periodo de tiempo tan largo, que temo la paciencia no acompañaría el esfuerzo. No existe ninguna manera de eliminar la inflación que no involucre un periodo temporal de transición de severa dificultad, incluyendo desempleo.

Sin embargo, y desafortunadamente, Venezuela enfrenta una elección entre dos males, un breve periodo de alto desempleo o un largo periodo de alto desempleo, aunque sutilmente inferior al primero. En mi opinión, las experiencias de Alemania y Japón luego de la II Guerra Mundial, de Brasil más recientemente, del reajuste de postguerra en Estados Unidos, cuando el gasto público fue reducido drástica y rápidamente, argumentan en pro de un tratamiento de shock. Todas estas experiencias sugieren que este periodo de severas dificultades transicionales sea breve (medible en meses) para que así la subsecuente recuperación sea rápida.

Para mitigar los costos de la transición y facilitar la recuperación, creo que las medidas fiscales y monetarias debieran ser parte de un paquete que incluya medidas que eliminen los obstáculos a la empresa privada y que alivien la aguda angustia. Para acotar, haré un bosquejo de los contenidos de un paquete de propuestas específicas.

Mi conocimiento de economía  es muy limitado como para permitirme ser tanto preciso como exhaustivo, de modo que estas medidas deben ser consideradas más bien como ilustrativas. Si este enfoque de shock fuera adoptado, creo que debiera ser anunciado pública, muy detalladamente y, además, entrar en vigor en una fecha muy cercana a dicho anuncio. Cuánto mejor informado se encuentre el público, más contribuirán sus reacciones al ajuste. A continuación propongo una muestra de las medidas que debieran ser tomadas:

1.- Una reforma monetaria que reemplace el Bolívar “fuerte” (siempre un Bf ha sido un Bolívar Frágil)  por el Dólar. Por sí misma, esta medida no produciría ningún efecto sustancial, pero cumpliría una valiosa función sicológica. Además desaparecerá de forma natural y espontanea la burocracia oficial en torno al control de cambio (con lo cual de paso reducirá drásticamente salarios a funcionarios inútiles y así reducirá el gasto público) y también desaparecerá la principal fuente de corrupción de su gobierno (y del gobierno de Chávez) me refiero a los negocios en torno al diferencial cambiario.

2.- Un compromiso del gobierno de reducir su gasto en 25% dentro de seis meses; reducción que debiera tomar la forma de una disminución transversal del presupuesto de cada repartición en 25%, con los relativos a personal a tomarse cuán pronto como sea posible. Sin embargo, las reducciones de gasto debieran ser escalonadas en base a un periodo de seis meses para permitir el pago de generosas indemnizaciones. (Cualquier intento de ser selectivo o parcial tiene la probabilidad de fracasar debido a las posibles manipulaciones de cada repartición por lograr que la reducción presupuestaria afecte a otra de ellas. Es preferible hacer primero una reducción transversal, para luego reasignar el total ya reducido).

3.- Un crédito nacional de estabilización otorgado por el público para complementar la reducción del gasto durante los seis primeros meses para permitir así una más rápida reducción en la emisión de dinero que en el gasto. Las condiciones debieran incluir un reajuste por inflación para lograr la confianza del público en la determinación del gobierno de terminar con la inflación.

4.- Si fuera posible, un crédito externo de estabilización para el mismo propósito.

5.- Un categórico compromiso del gobierno de que después de seis meses no financiará más gasto alguno a través de la emisión de dinero. (Así como la recuperación económica se vaya dando, la cantidad de dinero deseable en términos reales, esto es, la cantidad consistente con precios estables, aumentará. Sin embargo, este incremento debiera servir como base para la expansión de un mercado de capitales privado en vez de utilizarse para financiar gasto público).

6.- Desmontar su política actual de un tipo de cambio diseñado para aproximarse a un tipo de cambio de libre mercado. Sin embargo ya le recomendé dolarizar la economía, así que olvídese de política cambiaría; y no se asuste que Simón Bolívar no dejará de ser el Libertador por que cambie Ud. el signo monetario.

7.- La eliminación de la mayor cantidad posible de obstáculos que, hoy por hoy, entorpecen el desarrollo del libre mercado. Por ejemplo, suspender, en el caso de las personas que van a emplearse, la ley actual que impide el despido de los trabajadores. En la actualidad, esta ley causa desempleo. También, eliminar los obstáculos a la creación de nuevas instituciones financieras. Asimismo, eliminar la mayor cantidad posible de controles sobre los precios y salarios. El control de precios y salarios no sirve como medida para eliminar la inflación; por el contrario, es una de las peores partes de la enfermedad. (Eliminar obstáculos, pero no sustituir subsidios. La empresa privada tendrá la facultad de gozar de las recompensas del éxito sólo si también arriesga soportar los costos del fracaso. Todo hombre de negocios cree en la libre empresa para todos, pero busca también favores especiales para sí mismo. Ningún obstáculo, ningún subsidio; esa debiera ser la regla).

8.- Tome las providencias necesarias para aliviar cualquier caso de real dificultad y severa angustia que se de entre las clases más pobres. Tome en cuenta que las medidas tomadas no producirán, por sí mismas, daño en estos grupos. El despido de empleados públicos no reducirá la producción, sino que simplemente eliminará gasto- sus despidos no significarán la producción de un pan o un par de zapatos menos. Pero indirectamente, algunas de las clases menos privilegiadas serán afectadas y, séanlo o no, el programa de medidas será señalado como el culpable de sus angustias. Por lo tanto, sería beneficioso tomar ciertas providencias de este tipo en dicho programa. En este aspecto, mi ignorancia de la situación (generada por la opacidad de la gestión gubernamental, la cual engaña y oculta cifras reales) me hacen imposible ser más específico.

Un programa de shock tal como este podría eliminar la inflación en cuestión de meses. También fundaría las bases necesarias para lograr la solución de su segundo problema- la promoción de una efectiva economía social de mercado. Este no es un problema de reciente origen, sino que surge de tendencias al socialismo que comenzaron hace más de 80 años y que alcanzaron su lógico, y terrible clímax, durante el régimen de Allende en Chile y el de Chávez en Venezuela.

Ustedes han sido extremadamente TORPES en la aplicación de las muchas medidas que ya han tomado para revertir esta tendencia. La eliminación de la inflación llevará a una rápida expansión del mercado de capitales, lo cual facilitará en gran medida la privatización de empresas y actividades que aún se encuentran en manos del Estado. El más importante paso en este sentido es la liberalización del comercio internacional para, de este modo, proveer de una efectiva competitividad a las empresas venezolanas y promover la expansión tanto de las importaciones como de las exportaciones. Lo anterior no sólo mejorará el bienestar del venezolano común al permitirle adquirir todos los bienes al menor costo, sino que también disminuirá la dependencia de Venezuela en un sola exportación de importancia: el Petróleo.

Quizás la mayor recompensa en esta área se obtendría a través de la liberalización de la importación de vehículos motorizados. Estoy consiente de que su Gobierno ya ha dado pasos importantes y planea otros futuros en orden a incrementar las barreras al comercio internacional y a socializarlo (hablando estrictamente de doctrina socialista – comunista), y que, como resultado de ello, la ventaja competitiva real de Venezuela se refleja peor en éste hoy que en las décadas pasadas. Este es un gran fracaso. También veo que en esta área existe un fuerte argumento en contra de entregar a los productores venezolanos una oportunidad para ajustarse a las nuevas condiciones (a las que yo propongo). En mi opinión personal, creo que un buen consejo para Venezuela sería dirigirse a la liberalización del comercio a una velocidad y en una extensión mucho mayores de las que hasta ahora han sido propuestas.

Un comercio totalmente libre es el objetivo final deseable, aunque no sea posible de alcanzar en el más cercano futuro. Quisiera concluir esta carta diciendo que estoy seguro que Venezuela tiene un gran potencial. Ha sido un pueblo capaz, letrado, creativo y lleno de energía, que tiene una larga historia y tradición de orden y paz social. Hace unos 60 años atrás (desde 1958), Venezuela, como muchos otros países, se encausó en la ruta equivocada- por buenas razones y sin maldad, ya que fueron errores de hombres buenos y malos también. El mayor error, en mi opinión, fue concebir al Estado como el solucionador de todos los problemas, de creer que es posible administrar bien el dinero ajeno. Si Venezuela toma hoy la senda correcta, creo que puede lograr otro milagro económico: despegar hacia un crecimiento económico sostenido que proveerá una ampliamente compartida prosperidad.

Pero para aprovechar esta oportunidad, Venezuela deberá primero superar un muy dificultoso periodo de transición. Para Terminar… te escribo esta carta a ti, porque eres quien ejerce la presidencia, pude habérsela escrito al imbécil de Capriles (quien tampoco hubiese tenido la inteligencia necesaria para tomar estas medidas) y se que tu tampoco las tomarás. Pero te la Escribo a ti porque la dirigencia política opositora renunció a ser una opción de poder y se conformó con vivir con las migajas que tu le arrojas desde el poder (gobernaciones, alcaldías, diputaciones) también con algunos jugosos negocios que hacen evadiendo los controles que tu sistema económico ha impuesto y con Negocios que tu sabes que ellos hacen con tu gobierno. En fin… Uds. son la clase política más corrupta que ha gobernado este país; y ellos (la dirigencia opositora) además de corruptos son unos incompetentes fracasados. En sus manos (las de Uds. y las de ellos) se encuentra la responsabilidad de la ruina de un país que pudo haber sido ejemplo para todo el planeta.  

Sinceramente,

Pedro Luis Pedrosa Rodríguez

PD: Lo que acaban de leer es la transcripción parafraseada de la carta que el Economista Milton Friedman escribiese al General Augusto Pinochet en Abril de 1975. Cuarenta años después la historia le da la Razón a Friedman y a Pinochet. Vayan y vean la economía y la calidad de vida en Chile y compárenla con la de nuestra Venezuela Socialista.